¿Será verdad?
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La iglesia de Sardis
Carta a Sardis
(griego antiguo αἱ
Σάρδεις, en jónico Σάρδιες,
forma contraída Σάρδῑς,
lidio Sfard, persa Sparda)
Paralelismo con la parábola del tesoro
escondido (Mt.13:44-46)
Profesión vacía – surgimiento de la
Iglesia del Estado
La Iglesia muerta (1517-1789)
“Y
escribe al ángel de la iglesia en
Sardis: “El que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas, dice
esto: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, pero estás muerto.
Ponte en vela y afirma las cosas que quedan, que estaban a punto de morir,
porque no he hallado completas tus obras delante de mí Dios. Acuérdate, pues,
de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete. Por tanto, si no velas,
vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Pero tienes unos
pocos en Sardis que no han manchado sus vestiduras, y andarán conmigo vestidos
de blanco, porque son dignos. Así el vencedor será vestido de vestiduras
blancas y no borraré su nombre del libro de la vida, y reconoceré su nombre
delante de mi Padre y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el
Espíritu dice a las iglesias” (Ap.3:1-6)
S |
etecientos años antes que el
profeta Juan escribiera esta carta a la iglesia de Sardis, la ciudad en que
estaba dicha iglesia había sido una de las más mejores del mundo. Sardes o
Sardis era una ciudad situada a unos cincuenta y tres kilómetros de la ciudad
de Tiatira. Esta ciudad está actualmente en ruinas; sólo queda un pequeño
pueblo (Sart) al lado de las viejas ruinas, en la provincia turca de Manisa. Era un nudo
natural de comunicaciones, lo cual influyó notablemente en su historia. Pero su ubicación impidió que
se expandiera y la obligó a seguir siendo pequeña, otro sector de la misma
abarcó las faldas de la meseta.
De ahí que el nombre “Sardis”
(Sardeis) sea una palabra plural, ya
que realmente denominaba dos ciudades: la que estaba en la meseta y que se
expandió por el valle debajo de la meseta. Esta ciudad era servida por cinco
carreteras romanas. Dependía por
completo del fértil valle que la circundaba para todas las necesidades de la
vida, y los productos había que transportarlos hasta la ciudad. Sólo era
posible llegar a la ciudad desde el sur, a lo largo de esta franja angosta y
elevada que terminaba en el promontorio sobre el que se había construido la
fortaleza. Precipicios pronunciados protegían a la ciudad de manera que no se
podía escalar.
Fue la capital del reino
lidio, si bien durante el siglo VIII a.C. Lidia permaneció eclipsada por la
vecina Frigia, con la llegada al poder de la dinastía Mermnada (687 a.C.) se
inicia un período de expansión, el cual se plasma en el crecimiento de su
capital, Sardes. Hacia el 644 a.C., invasores cimerios saquearon la ciudad baja
de Sardis. Los lidios fueron los primeros en acuñar regularmente monedas, especialmente,
bajo el reino de Creso (560 a.C.). La riqueza de este rey fue tan proverbial,
que el nombre de “Creso” ha pasado a ser símbolo de una persona extremadamente
rica. Todo lo que tocaba, según la leyenda, se convertía en oro. Alhajas
encontradas en los cementerios cercanos indican que había abundantes riquezas
en el área. Incluso la naturaleza misma ayudaba a Sardis, el historiador Herodoto
escribe acerca del río Pactolus (actual Gediz) que cruza la ciudad
“El río que desciende del
Monte Tmolus (actual Boz Dag), y que le trae a Sardis cantidades de polvo de
oro, cruza directamente el mercado de la ciudad”
que desemboca en el mar Egeo,
llamado también “Porta-oro”, sin dudas por las pepitas de oro que arrastraba en
su corriente, procedentes de las ricas minas de oro que atraviesan el subsuelo.
Lo que suministraba pronto se agotó, ciertamente antes de que los romanos
ocuparan la zona. Pero Creso utilizó la riqueza para extender su influencia,
que llegó muy al oriente de Sardis. En una batalla contra Ciro de Persia confió
en un oráculo que le dio la sacerdotisa de Delfos:
“Si atraviesas el río Halys,
destruirás un gran imperio”
Con su ejército cruzó este
río y destruyó no el imperio persa sino el suyo propio. Habiendo emprendido una
rápida retirada hacia Sardis, descubrió que los persas le seguían tenazmente.
Pero Creso y lo que quedaba de su ejército lograron entrar a la ciudadela. Los
ciudadanos consideraban a la ciudad como inexpugnable, por estar construida
sobre una colina cuyos lados caían perpendicularmente sobre la llanura No creyó
que Ciro fuera a perseguirlo, y por ello no movilizó a sus fuerzas. Cuando el
ejército persa llegó a Sardis, Creso decidió esperar, al creer que nadie podría
escalar los muros casi verticales del promontorio.
Después de estar catorce días la ciudad sitiada, Ciro
proclamó a todo el ejército que el que lograse escalar la elevación seria
recompensado inmensamente. Hieroedes, soldado de Mardis, se dedicó a observar
con muchísima atención las defensas de la ciudad. Ocurrió que Hieroedes vio a
un saldado lidio que por accidente se le cayó su yelmo por uno de los muros y
bajó a buscarlo, sin darse cuenta mostró que por dónde escalar los muros. Por
la noche, de forma sigilosa Hieroedes guio a un grupo de soldados persas y
escalaron los muros. Al llegar a la cima, el contingente asalto no encontró oposición,
ya que la guardia lidia estaba durmiendo plácidamente y se apoderaron de la
ciudad y por sorpresa. Fue conquistada por Ciro el Grande (el de la Biblia) en
el año 549 a.C. Creso pensó que iba a estar a salvo en Sardis, su inexpugnable
fortaleza. Cuando el Imperio Persa comenzó a expandirse se convirtió en la más
grande e importante de Asía Menor. Un ramal de la carretera comunicaba a Sardis
con la ciudad de Éfeso.
La segunda parte del
versículo tres pareciera aludir a esa sorpresa, que no fue la única. Cuando las
personas no toman en cuenta su historia, repiten los errores del pasado. Luego
de tres siglos de oscura historia, fue tomada de nuevo por Antíoco III el Grande
de Siria, éste envió a sus ejércitos contra Sardis (218 a.C.) a pesar de la
bravura de sus habitantes. En el siglo tercero sus soldados fueron guiados por
un oficial llamado Lágoras que había aprendido a trepar a pie firme en las
montañas de su tierra natal, la isla de Creta. El pequeño grupo, guiados por el
cretense, escalaron los desprotegidos muros de la ciudad y lograron abrir los
portones desde adentro, los ejércitos de Antíoco el Grande se apoderaron de
ella y destruyeron las fuerzas de un tal Arcaeus quien se había rebelado contra
Antíoco. Lo hicieron en forma muy
parecida a como lo habían hecho los persas trescientos años antes. Antíoco el Grande
hizo que unas dos mil familias judías emigraran desde Mesopotamia hasta Lidia y
Frigia en Asia Menor. Por estas situaciones, cuando el Señor Jesús les dijo a
los cristianos de Sardis que estén alertas (Ap.3:3) oyeron un eco de su propia
historia pasada. Las lecciones aprendidas, debido a sus caídas, han sido
reiteradas después por muchos filósofos y generales; se pueden resumir en tres
puntos principales
·
Cuidado con la confianza excesiva
·
Cuidado con subestimar a su enemigo
·
Cuidado con las inesperadas fortunas de guerra
Los judíos se establecieron
en muchas de las ciudades, incluyendo a Sardis, donde la investigación
arqueológica ha mostrado que era conocida la lengua aramea. Josefo escribe que
los judíos en Sardis disfrutaban de ciertos privilegios, como tener ciudadanía
y ocupar posiciones importantes como miembros del consejo citadino. Excavaciones
realizadas en el área han puesto al descubierto una sinagoga bastante grande,
que se remonta al siglo tercero de la era cristiana. Debe admitirse que unos
restos del siglo tercero no demuestran que los judíos estuvieran en Sardis en
el siglo primero, pero sí sugieren que algunos judíos quizá vivieron ahí
durante algún tiempo antes de esto y que eran ricos, influyentes y
suficientemente numerosos para poder construir una sinagoga como esta.
La ciudad de Sardis, entre
una de las doce ciudades mayores de la provincia, fue haciéndose más importante
bajo el dominio del Imperio Romano, aunque la fundación de la ciudad de Pérgamo
le fue restando importancia. El diecisiete de nuestra era la ciudad fue destruida
casi completamente por un violento terremoto (tercera sorpresa). Por esto,
cuando el Señor Jesús dijo a los santos en Sardis, “¡Está alerta!” (vs.2),
oyeron un eco de su propio pasado que dio más fuerza a dicha advertencia. Hacia
el año veintiséis o veintisiete ya fue reconstruida, gracias a la generosidad
del emperador Tiberio. El historiador romano Tácito dice que el emperador
romano donó una gran suma de dinero para la reconstrucción de la ciudad, y
remitió los impuestos por cinco años. En agradecimiento, los habitantes
quisieron levantar un templo al emperador. Sus representantes de la ciudad
apelaron a su glorioso pasado de guerras, su envió de colonos a las islas del
Mar Egeo, con la recepción correspondiente de cartas de agradecimiento por
parte de generales romanos. Se jactaron de la rica tierra en sus contornos, el
buen clima y sus ríos. Por supuesto, no mencionaron las tres ocasiones cuando
había sido capturada a causa de su descuido. Pero no pudieron presentar ningún
logro presente o un avance cultural. Pero el permiso le fue denegado; el favor
le fue concedido, en cambio, a la ciudad de Esmirna.
Para continuar leyendo este comentario solicite gratuitamente el libro a ricardoarias349@gmail.com
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